sábado, 7 de mayo de 2011

Y de repente un día sin saber cómo te das cuenta de que has vuelto…

Hay etapas en tu vida llenas de oscuridad, y lo peor de esas etapas es que te das cuenta y muchas veces no sabes cuál es el motivo, o peor aún, no lo quieres ver. Yo pasé por una etapa así, en la que no conseguía ser feliz del todo y no sabía porque, o si lo sabia me engañaba a mí misma. Pero de repente una mañana te levantas y sin saber cómo, te das cuenta de que hace tiempo que vuelves a tener la misma ilusión que cuando eras una quinceañera, vuelves a bromear con todo incluso cuando estas como hoy en la cama vomitando, y vuelves a decir que hace sol, calor y flores, recuerdas el comentario de tu gran amiga de hace unos días de: Katrín, has vuelto, hacia tanto tiempo que ya hasta se me había olvidado; y te das cuenta de que lo que lleva diciéndote la gente desde hace algunos meses es verdad: te vuelven a brillar los ojos. Quizás no eres igual que antes, porque nada permanece inmóvil, pero si te reconoces mas y te sientes bien. En ese momento empiezas a buscar explicaciones, y lo primero que haces, porque es lo más fácil, es echarle la culpa a los demás, que en parte la tienen, pero no son los únicos. A veces nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, y nuestra propia auto-opinión.  Entonces me acorde de un fragmento de Mujercitas: “Sólo importa lo que opines de tí misma, si crees que tu valor radica en ser un mero objeto decorativo puede que algún día acabes creyendo que sólo eres eso en realidad. El tiempo erosiona esa belleza, pero lo que no puede erosionar son los maravillosos logros de tu mente, tu sentido del humor, tu bondad, tu alegría, el valor de tu conciencia, y esos son los valores que admiro en tí...”. Y entonces me di cuenta de todo. Mi problema es que había dejado de valorarme a mí misma, más allá de ser eso, de ser un simple objeto decorativo, estaba más centrada en valorarme por lo que tenía, que por lo que era. Vivía más pendiente del que dirán, de intentar aparentar frente a la gente algo que no existía, que de mí misma, y cuando uno se olvida de sí mismo y de lo que realmente quiere, deja de ser feliz. Entonces recordé una conversación que en su momento fue importante, pero que a día de hoy cobraba todo su sentido. Fue hace un año y medio aproximadamente, cuando más perdida en la oscuridad estaba y más infeliz era, pero la recuerdo como si fuera hoy:
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Si, dime.
-¿Que fue lo que te enamoró de mi?
-Tu sonrisa...siempre estabas riéndote...tu manera de ser...siempre positiva...siempre estabas haciendo el tonto...de hecho siempre que aparecías cambiaba todo, empezaba la fiesta, porque tú lo alegrabas todo...era imposible estar triste cuando tú aparecías... irradiabas algo positivo, energía, luz...
-Ya no soy así...
-No, pero puedes volver a serlo cuando quieras, porque sería volver a ser tu misma, y créeme que cuando lo seas, no tendrá más remedio que enamorarse de ti...
La parte final es la menos importante de toda la conversación, así como con quien fue, porque hoy ya no busco que nadie se enamore de mi, al menos no es mi objetivo prioritario en la vida, pero su respuesta fue demoledora. Ya  no sonreía, todo era negativo, todo el mundo era malo, mis expectativas en la vida era que tenía que estar siempre sufriendo, como si tuviera que pagar algún castigo, y ya no alegraba nada porque yo misma me había convertido en la personificación de la tristeza. Pero hoy me di cuenta de que todo eso cambió. De hecho esta semana andaba preocupada porque hacía tiempo que todo iba demasiado bien y sentía que algo malo estaba acechando o tenía que pasarme, como si no tuviera derecho a ser feliz en la vida, y efectivamente las cosas empezaron a ir peor porque yo misma estaba haciendo que lo hicieran, y fue cuando entendí que lo importante es la actitud que tienes en la vida: si piensas que todo va a salir mal, que no te quepa duda que al final saldrá mal; pero si te levantas todos los días con una sonrisa, la vida te la devolverá tarde o temprano. Últimamente no tenia pensamientos negativos, salvo mi obsesión por culparme porque ciertas cosas no vayan más rápido de lo que tendrían que ir bajo mi punto de vista, había vuelto a ser la niña risueña de antes, que incluso en la cama vomitando conseguía reírse de los problemas de su amiga y hacer que ella misma se riera, porque había vuelto a reírse de todas las tonterías que a veces consideramos problemas, había vuelto a ser independiente, indiferente ante los comentarios y opiniones de la gente(aunque hubiera excepciones que confirmaran la regla), a ver lo bueno en todas partes, pero lo más importante a sonreírle a la vida. Y como diría el canto del loco hoy me pregunto porque me quise tan poco, y me encerré dando vueltas y vueltas a algo que yo creé. Es cierto que quizás parte de mi entorno me ayudó a estar así, pero la culpa fue mía por pensar que lo mas importante en la vida era una cara bonita, sin preocuparme de lo demás. Pero gracias a Dios todo eso hoy cambió, y sirvió como experiencia en la vida, para aprender que lo más importante es el interior y no las apariencias así como quererte a ti mismo y estar en paz con tu conciencia por encima de lo que digan los demás, que todo tiene su lado positivo si lo quieres ver, pero sobre todo que hay que sonreírle todos los días a la vida, sin olvidarte de luchar por tus sueños y tu felicidad, porque si lo haces, todo lo que te propongas lo puedes lograr.

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